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El fatídico 14 de Febrero

Sentir que no se es valorado por la persona amada es un dolor muy grande y cuando preparas todo para tener una velada con ese ser que para ti es especial y de pronto todo se torna de una manera diferente…

¿Se pueden imaginar ese sentir en un 14 de febrero?

Previo al día de los enamorados, el ambiente cambia, la gente en la calle sonríe más, se les nota un brillo especial en la mirada; es muy común ver en los parques, en las plazas, en los lugares públicos a esas parejitas, unas tomadas de la mano, otras dándose un beso y algunos más simplemente con la mirada fija en el ser amado, perdiéndose en la profundidad de sus ojos, con la mirada perdida llena de ilusión.

Sí, el romance se respira hasta por los poros, pero no sólo las parejas llenan el ambiente de romance, sino también los amigos, ellos son una parte fundamental para el festejo de este día: están los que se reúnen con el simple objetivo de charlar, los que andan en busca de un detalle que exprese ese lazo de amistad; en fin, no puedo negar que ese día, desde las primeras horas, es un día especial.

Para los románticos de corazón, como yo, soñamos que ese día se convierta en un día mágico y no solo por todo el romance que se respira, si no porque soy de las personas que les gusta cultivar la amistad, obvio soy detallista y cursi.

Una oportunidad, detrás de una dificultad.

Después de unos meses muy difíciles de crisis matrimonial, quise expresar lo que aun sentía, demostrarle que en mi corazón había mucho amor y que le seguía perteneciendo.

Era un 14 de febrero, desde muy temprano me levante con gran entusiasmo, enamorada e ilusionada; mientras él se preparaba para ir a trabajar y simplemente se despidió con un “luego nos vemos”, hubo una ligera desilusión en mi mirada, y empecé a sentir ese hueco en mi corazón pues anhelaba ese beso, aunque fuera en la mejilla, sin embargo continúe con mis actividades, me dispuse a limpiar a conciencia la casa, pues tenía en mente prepararle una cena a mi esposo, sencilla, pues la economía en esos momentos no fluía como lo hubiésemos querido, pero eso al final no importaba, porque para un romántico, los detalles son los que realmente importan, así que nada ni nadie me iba a arruinar el plan.

Poco a poco iba cayendo la noche, lleve a dormir a mis peques temprano para así poder estar a solas con él. Me dispuse a preparar la cena, puse la mesa, las velas, de mi jardín corte unas rosas que puse en un florero, me vestí y arreglé como si fuera a una fiesta; el tiempo transcurría y yo hacía hasta lo imposible porque mi ánimo no decayera.

La madrugada llegó, aun esperándolo sentada en un sillón a media luz, con la mirada fija, perdida en esa ventana deseando con todo mi corazón ver la luz de los faros de su auto alumbrándola; pues eso anunciaba su llegada. En medio de esa madrugada, miles de pensamientos invadieron mi mente y me hicieron reflexionar: estaba tan entusiasmada esperando un día grandioso, que no me percate que en todo el día no hubo llamada alguna de su parte, ni si quiera un mensaje, me pregunte una y otra vez ¿qué hice mal esta vez? y no sólo me refería a la situación por la que estábamos pasando, si no a la relación en general.

¿Saben? aun no encuentro la respuesta a mí pregunta.


En medio de mis pensamientos, hundida en mis recuerdos, por fin las luces que tanto esperaba hicieron su aparición, corrí a encender las velas que aun aguardaban en la mesa, aunque, el día de los enamorados hace algunas horas atrás había llegado a su fin; pero eso al final no me importaba, mi emoción era más grande que eso, el verlo, el saber que llegaba a casa, además ¡alguna explicación debía de tener!

Con esa profunda emoción que me daba verlo, abrí la puerta recibiéndolo con una enorme sonrisa; recuerdo perfectamente levantarme de puntitas para alcanzarlo y darle un beso, sin provocar la más mínima expresión en su rostro de agrado, le di un enorme abrazo deseándole un feliz día de los enamorados, la respuesta no fue recíproca, la sensación que percibí al abrazarlo es como si hubiese tocado un enorme bloque de hielo, incluso recibí las palabras aún más frías… su contestación fue “igual para ti”.

Después me dijo “¿sabes? vengo muy cansado, te agradezco la cena, pero ni ganas tengo de comer, prefiero irme a dormir”, acto seguido se acercó a la mesa, de un soplido apago las velas, me dio un beso en la frente y expreso “me voy a dormir”, no me dio ni tiempo de entregarle su regalo.

Ahí me quede de pie, en una sola pieza, inmóvil, inerte, con la mirada fija en su espalda, observando cómo se alejaba, mi vista entonces fue borrosa, nublada, mojada y mi corazón quedó hecho pedazos. Fue en ese momento que al fin comprendí que la relación había tocado fondo, que había llegado a su fin y que todo su amor terminó por morir.

Pase la noche en ese sillón tratando de descifrar que había sucedido, que nos había pasado, Por qué todo ese romanticismo de pronto ya no estaba, los detalles se esfumaron, no podía evitar dejar de llorar, reconocí al fin que lo mejor era dejarlo partir, aunque sabía perfectamente que con su partida se llevaría, mi alma entera.


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