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¿Sabias qué?


La fruta del membrillo al comerla produce una sensación entre sequedad intensa y amargor en la boca, pero cuando se cuece logra un sabor más suave y un color rojizo similar al rubí. Esto se debe a que el calor ablanda las paredes celulares de pectina y la astringencia provocada por los compuestos fenólicos que se encuentran en las hojas y los frutos del membrillo (taninos), esta combinación de calor y acidez provoca que el oxígeno del aire forme colorantes naturales presentes en la mayoría de las plantas. Y si además de cocerlo le agregamos azúcar en la misma proporción obtenemos más que un suave sabor…todo un manjar para el paladar, a lo que llamamos “Dulce de Ate”.


Este dulce tiene su origen en España pero, cuando llegaron las monjas dominicanas en 1595 a Morelia, Michoacán para establecerse en un nuevo convento, se encontraron con una tierra muy fértil y rica en árboles frutales por lo cual, durante su estadía lograron realizar una buena producción de este dulce, el cual con el paso del tiempo se fue reconociendo como “Ate moreliano” y en la actualidad se ha reconocido a Morelia como lugar originario de esta delicia.


Pero no siempre se llamó Ate, o carne de membrillo o dulce de membrillo, sino que la monjas agregaban estas tres letras al mencionado dulce ocupando el nombre de la fruta con lo que lo elaboraban “membrillate, guayabate, manzanate”, además esta deliciosa golosina se dejaba cuajar en cazos de “tejamanil” (madera delgada y resistente), tejida en su interior con la crin de caballo.




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